Bolzano/Bozen, Göttingen, 6 de agosto de 2008
En ocasión de la Jornada Mundial de los Pueblos
Indígenas (9 de agosto), la Asociación para los
Pueblos Amenazados (APA) quiere llevar la atención sobre
la cada vez más agresiva búsqueda de nuevas fuentes
energéticas que de hecho atenta a la supervivencia de 90
millones de personas en todo el mundo. La APA pide y exige que
las autoridades y las empresas transnacionales comprometidas en
la explotación de yacimientos de petróleo, gas y
uranio, en la producción de los asi llamados
biocarburantes y en la construcción de represas comienzen
por fin a respetar a las poblaciones víctimas de sus
proyectos. Cada proyecto debe ser elaborado junto a los pueblos y
las poblaciones directamente interesadas de manera que incluya
soluciones dignas para asegurar la supervivencia cultural, social
y económica de los pueblos y poblaciones interesadas.
Mundialmente hay unos 5.000 pueblos indígenas equivaliente
a cerca de 370 millones de personas.
En Brasil y en Indonesia la situación de las poblaciones
indígenas se está volviendo particularmente
dramática. Más que en otro lado del mundo, en estos
dos países la mayor parte de los indígenas
aún vive en y de las forestas pluviales. Sin embargo su
supervivencia está peligrosamente amenazada por los
mega-proyectos energéticos aunciados por los dos
gobiernos. En Brasil, el proyecto de construcción de unas
70 represas en el Amazonas destruiría a la tierra de diez
pueblos indígenas diferentes entre ellos 14.000 Yuruna y
Arava que viven a lo largo del río Xingu. El bobierno
brasileño sigue ignorando las muchas protestas de las
poblaciones víctimas de estos proyectos a pesar de que en
campaña electoral el presidente Lula da Silva haya pedido
el abandono de cada mega-proyecto.
El gobierno de Brasil también piensa en potenciar las
plantaciones de caña de azúcar para la
producción de etanol. Actualmente el Brasil tiene seis
millones de hectáreas cultivadas a caña de
azúcar, siendo así el mayor productor mundial de
etanol. Según los planes del gobierno, las plantaciones de
caña de azúcar deberían alcanzar los 15
millones de hectáreas. Esto implicaría la
construcción de nuevas represas para desviar diversos
ríos y así poder irrigar las plantaciones y el
progresivo retrocede de los cultivos de soja y de la
ganadería a las regiones amazónicas, con todas las
consecuencias que esto tendría para el medio ambiente y
las poblaciones amazónicas.
En Indonesia 45 millones de indígenas están
amenazados por la drástica ampliación de las
plantaciones de palma de aceite para la producción de
biocarburante y la extracción de gas. En la sola Indonesia
se destruyen cada día 51 kilómetros cuadrados de
bosques pluviales habitados desde miles de años por varios
pueblos indígenas. Según los planes del gobierno,
en 2008 el país debería sacrificar 2,7 millones de
hectáreas de selva, y de consecuencias de tierras
indígenas, con todas sus consecuencias sociales. Otros
tres millones de hectáreas de bosque deberían ser
abatidos en Papúa, en la parte occidental de la isla de
Nueva Guinea. También en este caso el proyecto es de
extender las plantaciones de palmas de aceite. Las
víctimas del proyecto de Papúa son los 300 pueblos
indígenas que ahí viven. Aunque éstos
representen sólo el 0,01% de la población mundial,
mantienen el conocimiento del 15% de las lenguas habladas y
actualmente conocidas del mundo. Indonesia, que junto a la vecina
Malasia provee al 87% de la producción mundial de aceite
de palma, está planteando la aprobación de una
nueva ley según la cual cada impresa que trabaja en el
país deberá cubrir por lo menos el 2,5% de su
consumo de energía utilizando carburantes obtenidos con
aceite de palma. Esta ley representa una amenaza más para
los pueblos indígenas locales.
En la provincia malasia de Sarawak, en la isla de Borneo, el
pueblo de los Penan está a riesgo de perderlo todo a causa
del boom energético. Hace veinte años los Penan
aún vivían de nómadas en los bosques y
durante años lucharon sin suceso para proteger a la selva
de las empresas de madera. Un nuevo proyecto de
construcción de 20 presas en su territorio hasta el 2020
amenaza de acabar definitivamente con su tierra y su cultura, o
sea con toda su vida tal como la conocieron hasta ahora. En lucha
contra nuevas presas que amenazan de acabar con su vida
tradicional están también doce millones de
indígenas de Vietnam: están planeadas 40 nuevas
presas en la parte central del país. Miles de personas ya
fueron desplazadas. Los Mapuche en el Chile meridional tienen que
enfrentarse a la misma amenaza. Además de ampliar la presa
Bío-Bío el gobierno piensa en construir ocho nuevas
presas.
Al rededor del 70% de los yacimientos mundiales de uranio se
encuentran en tierras indígenas. El reciente aumento de la
demanda de uranio se repercute directamente en los Adivasi Ho y
Santhal en India, los Tuareg de Niger, los Navajo y Dena en
Estados Unidos, los Dene en Canadá y en muchos grupos de
Aborígenes en Australia. Las consecuencias de la
extracción de uranio son suportadas también por
otros pueblos cuyas tierras so trasformadas contra su voluntad en
depósitos finales de residuos radioactivos. Este es por
ejemplo el caso de los Western Shoshone en los Estados Unidos
occidentales. La explotación de petróleo es una
amenaza para los pueblos indígenas de la península
de Kamtchatka y de la isla de Sajalin, tal como para los pueblos
originarios de Ecuador, de Perú y de muchos países
más.